TRIO DE ASES:
El ramillete de deportistas excepcionales está representado por un “trío de  ases” casi irrepetible: Javier Moracho, Conchita Martínez y Eliseo Martín. Dos  atletas y una tenista. Dos caballeros del tartán y una dama de la raqueta. Los  tres con vitola de olímpicos (aunque no los únicos) y credenciales que  enorgullecen a la ciudad. Muchos han seguido su estela o están en el camino,  pero, al menos de momento, ellos son la primera referencia. (La metáfora no es  acertada porque las montañas del mundo también conocen a la gente de esta  tierra, como se verá en otra página). Monzón “exportó” al mundo a Javier,  Conchita y Eliseo, y la transacción le reportó jugosos beneficios: copas y  medallas europeas, olímpicas y mundiales a las que sacan brillo en sus mejores  sueños decenas de chavales que, gracias a sus paisanos, saben que los héroes y  las hazañas no sólo viven en los cuentos... si hay de por medio trabajo y  constancia.
JAVIER MORACHO:
Aterrizó en la pista de atletismo a primeros de la década de  los setenta. Saltó altura y triple y corrió los 60 y los 110 metros vallas. Era  una fiera con hambre de metal que buscaba la mejor presa. Su progresión siempre  encandiló a propios y extraños. En 1978 llegó a las semifinales de 60 mv del  Campeonato de Europa; en 1980 se proclamó campeón absoluto de España; y en 1981  se llevó la medalla de plata en el continental celebrado en Grenoble. Los  récords nacionales (17 veces campeón) y los buenos cronos en los mítines  internacionales fueron noticia un mes sí y otro también, pero el hambre de  Javier no estaba aplacada. Le faltaba el “oro” de los dioses y no paró hasta  conseguirlo, y se lo apropió en 1986 al ganar la prueba de 60 mv en el  Campeonato de Europa Absoluto de Pista Cubierta. 
Javier lleva sobre sus espaldas la dulce carga del pionero, del que abre camino y marca la senda. Fue olímpico en Moscú-80, Los Ángeles-84 y Seúl-88. En la pista de tartán era “explosión y nervio”. Hoy viaja por todo el mundo como relaciones públicas de una empresa deportiva, y sigue siendo embajador emérito de una ciudad que lo lleva “clavado” en el corazón.
Javier lleva sobre sus espaldas la dulce carga del pionero, del que abre camino y marca la senda. Fue olímpico en Moscú-80, Los Ángeles-84 y Seúl-88. En la pista de tartán era “explosión y nervio”. Hoy viaja por todo el mundo como relaciones públicas de una empresa deportiva, y sigue siendo embajador emérito de una ciudad que lo lleva “clavado” en el corazón.

CONCHITA MARTINEZ:
Sin duda, el currículum de la tenista es el más espectacular y de mayor peso  específico del trío de ases. A grandes rasgos: durante las 18 temporadas que  estuvo en activo acabó entre las 50 primeras del ranking, 12 dentro del “Top-15”  (1989-2000) y cinco entre las cinco primeras (1993-96 y 2000). En octubre de  1995 se situó en el puesto número dos del mundo. Ha ganado 33 títulos del  WTA-Tour (20 sobre tierra batida, su superficie preferida), y acumula 174  victorias en torneos del “Gran Slam”. En 12 ocasiones consecutivas se clasificó  para jugar el “Master”, y con el equipo nacional conquistó cinco veces la Copa  Federación (1991, 93, 94, 95 y 98). Sus participaciones olímpicas se han saldado  con tres medallas, todas en dobles: plata en Barcelona-92 y bronce en Atlanta-96  (con Arantxa) y plata en Atenas-2004 (con Virginia Ruano). Fue reina del Fórum  Itálico entre 1993 y 1996. Jugó las finales del Open de Australia (1998) y la de  Roland Garros (2000), y el hito de oro de su carrera (esa gran hazaña con la que  se identifica a un héroe) data de 1994, año en el que levantó en el All England  Tennis la copa de Wimbledon (única española que lo ha conseguido). Conchita  anunció su retirada del circuito WTA en abril de 2006. La zagala del Club HINE  que subió peldaños a base de miles de pelotazos (constancia) ha hecho historia.  Es “la novia de Monzón”.
ELISEO MARTIN:Eliseo es el atleta que ha recogido la antorcha de éxitos de Javier. Su  prueba, los 3.000 metros obstáculos, ha sido durante mucho tiempo “parcela  privada” de los deportistas africanos, y él, poco a poco y con loable  constancia, se ha hecho un hueco. En este empeño, su entrenador Fernando García  “Fondi” ha tenido mucho que ver. Eliseo fue campeón de España junior de 10.000  metros en 1992, y en el Mundial de Seúl de esa categoría, séptimo en la misma  distancia y primer atleta no africano. En las temporadas 94 y 95 selló su  matrimonio con los 3.000 obstáculos al proclamarse campeón nacional promesa, y  su travesía del desierto fue una lesión que le impidió competir en Atlanta-96.  No cesó de trabajar y el esfuerzo dio frutos: campeón de España en 1999 y sexto  del mundo en la cita planetaria celebrada en Sevilla (la medalla seguía siendo  un sueño). A renglón seguido llegó Sidney-2000, y el obstaculista repitió el  puesto logrado en la capital hispalense, lo que le reafirmó como “valor en  alza”. El último acto de esta progresión  tuvo como escenario París. El 26 de  agosto de 2003 se disputó la final de 3.000 metros obstáculos del Mundial de  Atletismo, y el montisonense, en una carrera grabada a fuego en la memoria de  los aficionados, se plantó en la meta en tercer lugar tras superar a dos rivales  en los últimos doscientos metros. Simplemente, épico. Medalla de bronce. Hasta  hoy, el cielo del atletismo local.
LOS OTRO CINCO OLIMPICOS:

DELFÍN CAMPO:
Nació en 1966 y, acudiendo al tópico, aprendió  a esquiar antes que a caminar. Así, a los nueve años ya lo ficharon para el  equipo de promesas de la Federación Española de Deportes de Invierno. Fuerte,  potente y atrevido, y especialmente dotado para el esquí, acumuló campeonatos en  distintas categorías, a los 17 años entró el Equipo Nacional de Esquí Alpino, y  a los 20 se proclamó subcampeón de España de Slalom.
En la temporada 86-87, una polémica con un sector de la Federación le apartó de los cauces habituales de la competición. Sin embargo, arropado por su padre, acudió a las citas por libre, sumó puntos, y se llevó el campeonato nacional. Quienes dijeron que su estrella había empezado a palidecer tuvieron que comerse sus palabras, y como las hazañas cantaban, fue seleccionado para los Juegos Olímpicos de Calgary, y Monzón se puso en pie ante su segundo olímpico. En las pistas de Canadá no hubo medallas.
En la temporada 86-87, una polémica con un sector de la Federación le apartó de los cauces habituales de la competición. Sin embargo, arropado por su padre, acudió a las citas por libre, sumó puntos, y se llevó el campeonato nacional. Quienes dijeron que su estrella había empezado a palidecer tuvieron que comerse sus palabras, y como las hazañas cantaban, fue seleccionado para los Juegos Olímpicos de Calgary, y Monzón se puso en pie ante su segundo olímpico. En las pistas de Canadá no hubo medallas.
RICARDO CAMPO:
Comenzó a esquiar con 4 años en Cerler,  Formigal y la Tuca, y con dos profesores de excepción: sus hermanos mayores. Con  12 años entró en el Equipo Nacional Promesas. En 1989, en el Campeonato del  Mundo de Vail (EEUU) acabó en el puesto 18 en slalom, y ese mismo año, en la  Universiada de Sofia, fue quinto en slalom y supergigante. En 1991 consiguió sus  mejores créditos: séptimo en el slalom combinado en el Campeonato del Mundo de  Saalbach y, en lo que supone su mayor orgullo, bronce en eslalom en la  Universiada de Sapporo. Sigue entrenando duro y el premio de la selección  olímpica le llega en 1992, año en que compite en los Juegos de Invierno de  Albertille, formando pareja monzonera con Vivente Tomás. Ricardo ocupó el puesto  23 en la combinada. 
VICENTE TOMAS:
Atesora el honor de haber sido olímpico en dos  ocasiones: en Albertville-92 y Lillehammer-94. Antes fue campeón de España de  Esquí Alpino, y doble mundialista en 1991: en Sapporo como universitario y en  Saalbach como absoluto. Desde los años de benjamín y hasta 1994, su nombre  figuró en las selecciones nacionales de esquí. Después de la olimpiada del 94,  Vicente todavía compitió en los Campeonatos del Mundo Universitarios de Jaca-95,  y entre 1994 y 1998, ya con domicilio en Estados Unidos, se proclamó cuatro  veces campeón de la Liga Universitaria Americana formando parte del equipo de  Sierra Nevada College. 
ÁLVARO BURRELL:
Hijo de otro atleta con larga trayectoria en  el Centro Atlético Monzón, comienza a brillar coincidiendo con el apogeo de  Moracho. Así, en 1986 ya cosecha el oro regional de decatlón y salto de altura y  la plata nacional junior de pruebas combinadas. Pronto se convierte en puntal  del equipo montisonense, y se mantiene firme entre la segunda mitad de los  ochenta y toda la década siguiente, y todavía en este siglo XXI aporta su grano  de arena al equipo de Primera División en los concursos de  lanzamiento.
Encauzado hacia la competición atlética más exigente, el decatlón, en 1988 logró el récord de España junior. Campeón y subcampeón de España de pruebas combinadas en varias ocasiones, y bronce en 1990 en los Juegos Iberoamericanos, su carnet de olímpico data de 1992, año de grato recuerdo para el deporte español por el éxito de la Olimpiada de Barcelona. Álvaro fue olímpico con 23 años. Unos meses antes de la cita de la Ciudad Condal, acreditó en decatlón 8.005 puntos, lo que le convirtió en el segundo español (después de Peñalver) en superar el listón de los 8.000.
Encauzado hacia la competición atlética más exigente, el decatlón, en 1988 logró el récord de España junior. Campeón y subcampeón de España de pruebas combinadas en varias ocasiones, y bronce en 1990 en los Juegos Iberoamericanos, su carnet de olímpico data de 1992, año de grato recuerdo para el deporte español por el éxito de la Olimpiada de Barcelona. Álvaro fue olímpico con 23 años. Unos meses antes de la cita de la Ciudad Condal, acreditó en decatlón 8.005 puntos, lo que le convirtió en el segundo español (después de Peñalver) en superar el listón de los 8.000.
JAVIER GAZOL:
Tiene sus raíces en Lanaja y se formó  deportivamente en Monzón. A los 14 años, en una concentración celebrada en  Zaragoza, Hans Ruf, especialista en pértiga y ligado al Centro de Alto  Rendimiento de San Cugat, le dice que tiene madera y le invita a quedarse bajo  su tutela deportiva. Javier militó en el CAM entre 1996 y 1999, y en el bienio  2000-01 vistió la camiseta del Airtel. Con 16 años saltaba 3,70, al año  siguiente, 4,35, y con la mayoría de edad, 5,10. Se fue de Monzón acreditando  5,22, y en la época con el Airtel llegó a los 5,47. En resumen: campeón de  España junior al aire libre, campeón promesa al aire libre y en pista cubierta,  campeón de España absoluto al aire libre en 2001 y 2004, y campeón en pista  cubierta en 2004. Su mejor registro es de 5,60.
Gazol había saltado 5,55 en  Turquía en junio, lo que le ponía un pie en Atenas, y para poner el otro  necesitaba, como poco, repetir ese salto. En Almería, franqueó los 5,60 y se  hizo con el oro nacional y el billete a la Olimpiada de 2004. En la capital  griega saltó 5,30 y rozó el listón situado a 5,50, y allí acabó su aventura. En  cualquier caso, su carnet de olímpico con 23 años hace presagiar lo mejor.
A la  tradición montisonense más singular se la conoce como “El Bautizo del Alcalde”.  Se reedita cada año el 4 de diciembre, festividad de Santa Bárbara, patrona de  la ciudad, y consiste en el lanzamiento de castañas y golosinas desde los  balcones del Ayuntamiento a la muchedumbre congregada en la plaza Mayor. Hasta  bien adelantado el siglo XX también caía alguna peseta. Los encargados de lanzar  los regalos son los concejales, las Zagalas y Zagaletas, algunos  invitados...
El Lunes de  Pascua es día grande en Monzón. Desde el punto de vista festivo, el segundo en  importancia después del 21 de septiembre, festividad de San Mateo, el patrón  “popular y oficioso” de la ciudad. El cerro de Lascellas, a dos kilómetros de la  ciudad bajando por la carretera que lleva a Pueyo de Santa Cruz, está coronado  por la ermita de la Virgen de la Alegría, y aquí confluyen miles de romeros en  una jornada en la que se dan la mano sentimientos religiosos y ánimos de  diversión.
Las fiestas  mayores de San Mateo tienen su origen en la feria de caballerías, ganado y  productos del campo que se celebraba en Monzón el 21 septiembre, día en el que  baja el telón el verano. Hoy, los festejos se rigen por los cánones comunes a  muchas ciudades de mediana entidad: peñas, “chamizos” (locales de las pandillas  de jóvenes), charangas, pregones, parque de atracciones, verbenas, conciertos,  bailes de madrugada, folklore, revista musical, banda de música, homenaje a los  mayores, ofrenda al patrón, fuegos de artificio, “pobre de mí” y  cierre.





